jueves, 16 de enero de 2014

Para que haya melón




























¿Cuántos amaneceres tienen tus pupilas al nacer? ¿Cuántas caricias tus manos? ¿Cuántos pasos tus pies? ¿Cuántos hijos llevas en tu vientre? No tienes nada en lo absoluto. No hay oscuridad si no ríes, si no miras y te levantas a ver el amanecer. No hay caricias en las manos si no amas, ni hijos en tu vientre. No hay camino si no avanzas.

“De nada sirve tener si no se hace”, así le hablaba Teresa a Guadalupe, en un afán por dejarle a su hija una herencia intangible. “Nos hacemos con nuestros quehaceres, nada somos si no hacemos. Eres tú quien siembra la semilla y quien se alimenta con esos frutos, eres tú la que te haces en este preciso instante”.

“No hay luces en las conexiones de tu mente si no ríes, no hay vida si no respiras. Nada pasa de casualidad si no haces”, le reiteraba Teresa a su pequeña, mientras picaba en cuadritos un melón, el mismo día que supo de su enfermedad.

           - Come, Guadalupe.
           -  Mamá, no tengo hambre.
           - Come, Guadalupe, para que haya melón.

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