viernes, 31 de agosto de 2012

El tamaño de la cosa



Su familia se fue del país porque “estaba mala la cosa”. La sacaron de cuajo de su pre-escolar, de los domingos en la casa de la abuela, de la vida con su perro. Ella que tenía -en el edificio que habitaba- al planeta entero, se hizo -de la noche a la mañana- de una esfera azul con países, por lo menos con dos países. El de ella y el que la adoptaba.

Allí se dio cuenta de que su familia antes vivía en silencio. Y que pasaron de callar algo que no sabía muy bien qué era, para hablar mucho, principalmente en las sobremesas, donde abundaban “las opiniones” de unos y otros que también habían abandonado el país.

Alejandra escuchaba a sus padres decir que, por lo menos, se sentían más tranquilos. Pero a ella esto no le mejoraba los vacíos que sentía en la panza cuando veía en otro a su perro, en otra señora a su abuela, en otras personas ese afecto tibio que no puede asirse y meterse en una maleta.

María Gabriela, mientras tanto, llegaba de la mano de sus padres a la casa de Alejandra. Al principio las niñas se miraron con cierto recelo, pero al cabo de un rato ya estaban jugando, perdiendo por completo la noción del aquí y el allá. 

Cuando María Gabriela y sus papás se preparaban para ir de vacaciones al país que los había sacado como un escupitajo, Alejandra le pidió un favor encarecido: “Ahora que vas para allá, trata de que te lleven a ver la cosa, y luego me dices cómo es, y de qué tamaño y luego vienes, y me lo cuentas todo.”

5 comentarios:

  1. Muchas gracias...los que nos quedamos acá también pensamos como sería la cosa de allá...

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  2. Paola, qué bueno que también te hace algún sentido recordar la cosa, esa palabra que resume el estado de las...cosas!

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  3. Paula, gracias por estar allí dándole una nueva dimensión a la cosa.

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