viernes, 15 de febrero de 2013

El afán de las palabras



Lo conocí en la facultad, se llamaba Sergio, estudiaba matemática pura. Y nosotras -cuando llegaba el ocio de una hora libre- jugábamos a presentarle tantas personas como nos fuera posible.

Y es que Sergio podía pasar desapercibido pero cuando se presentaba con alguien, tras decir su nombre -y sin esperar ni una sola pregunta- pronunciaba esta frase -que parecía definirlo por sobre todas las cosas- “estudio matemática pura”.

Y cuando decía “pura”, se detenía su mirada en el infinito, dándole espacio a cada uno de los vocablos, rodeándolos con ribetes de silencios, cual volutas de oro retorcidas por un capricho barroco. ("Suenan trompetas de ángeles alrededor de orlas en caracola", decía mi amiga Carolina elevando la mirada al cielo, tapándose la boca, subiendo los hombros, para disimular su risa)

Si el vocabulario de Sergio fuera un paisaje, esas palabras habitarían el altar mayor de esa geografía. Parecía que más bien querían significar no su carrera, sino a una mujer intocada, que él deseaba con locura y cuyo amor se le hacía sino imposible, por lo menos difícil.

Se trataba de un ritual inevitable, inconsciente. Por eso jugábamos a presentarle tantas personas como nos era posible, para vivir en primera fila el afán de esas palabras.

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