viernes, 1 de febrero de 2013

Barriga en Flor



En vez de entrar a clases directamente, hizo una parada en el cafetín. Miró a don Ernesto -quien siempre la atendía amorosamente- como si en sus ojos reposara la fórmula para quitarse una sensación pastosa de la boca.

¿Agua con un chorrito de limón recién exprimido? ¿Puede ser? Y Don Ernesto que tenía en Flor a una de sus favoritas, le acercó el vaso que se llevó hasta el salón.

La voz del padre Ortuzar hablaba de filología. Las raíces de las palabras hacían una infusión en el aire que sedaba a Flor hasta sentir que su cabeza caía, perdiendo el equilibrio y con el toda la compostura. 

Parece que algo dentro de ella se había alojado y la llamaba al mundo de los sueños. Se levantó, tomó sus cuadernos y fantaseó con su cama. Una vecina ya le había hecho notar a Flor que veía en la cavidad de su cuello algo que latía, parecido a un pequeño corazón: ¿No estarás embarazada?, le preguntó y en Flor nació la certeza de su primera barriga. 





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