martes, 25 de diciembre de 2012

Otro nombre



Desperté como las tres de la tarde. Hacía mucho calor y el silencio era un ente profundo y espeso. Solo una mosca y su vuelo abrieron el velo invisible que divide el sueño de esto, que llamamos realidad.

Luego, como imaginarás, vino el motor de la nevera que volvió a arrancar, como si fuera en definitiva el director de orquesta de todo lo animado.

Sonó el teléfono. “¿Aló?” (Apenas me salía la voz, había dormido más de 12 horas) Aclaré mi garganta: “¿Quién es?”.

Cuando llamaban y no contestaban pensaba que eras tú. Cuando me pasaban cosas lindas, pensaba que tú las habías producido, como si mi vida fuera una película cuya dirección dependía de alguien que no era yo. Pensaba que eras un ángel que me cuidaba de lejos, porque no podías estar cerca.

Sólo miraba para adelante, porque ver para otro lugar, separar mí vista de ti, era darme cuenta de que no estabas simplemente porque no querías, punto.
  
Ese 25 de diciembre me regalé la posibilidad de sacarte de mi vida, cosa que a mí me cambió el eje, cosa que tú apenas habrás percibido porque un día como ese yo era incómoda hasta en tus pensamientos.

        - Soy Nicolás, espero no haberme equivocado de teléfono. ¿Habla Paty?
        - ¿San Nicolás?
        - (Risas) No soy tan santo. Pero si me necesitas seré. ¿Quién habla? ¿Paty?
     - Nop, pero también me he portado bien. ¡Vah! No sé, pero siento que merezco un regalo.
       - (Risas) Dime, a ver. ¿Qué necesitas?
       - Que nunca nadie más vuelva a llamarme por otro nombre que no sea el mío.

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