viernes, 16 de noviembre de 2012

Fin de semana


Salí de la ciudad, me alejé de las aceras y edificios. Quité los últimos grises cemento de mi retina, como una mujer que se saca las pestañas justo antes de irse a la cama para refugiarse en sus sueños; allí donde se siente hermosa sin necesidad de maquillaje.

Por la ruta, poco a poco, quedaba tal y como soy: ¿o debo decir tal y como era? Dejé mi cargo, mi escritorio, mi discurso. Me entregué al campo, al silencio. Me mimeticé en ese lugar donde el único lenguaje vigente es el de la naturaleza. A lo lejos una casa y un molino, un potrero verde pistacho. Una gota de agua que caía y tal vez aún cae, el olor a tierra mojada y, a lo lejos, mucho más allá, todavía se escuchaban pasar los autos escapando, quejándose con su motor, como si ese tránsito hacia una vida mejor, tuviera un dolor incorporado. 

Atrás quedaron los silos, junto con las empresas, las grandes compañías que terminaron de dibujarme el camino que me conduce al sábado y al domingo. La autopista es un canal de parto, una vía abierta al viaje, por donde podemos nacer todos los fines de semana, de nuevo, una y otra vez.

2 comentarios:

  1. Excelente descripción del escape del fin de semana!



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  2. Que buena esta sensación de estar en contacto con el observador del observador... no es así? Besos pa´ti querida Pamela!! Muuchos besos!!

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