jueves, 28 de junio de 2012

El Club de las Trencitas (Parte II)

El micro paraba cada tanto, recogía a unos, dejaba a otros. De pronto, el chofer -manteniendo el motor encendido- bajó pronunciando estás palabras para sí: “Aquí es la cosa”. Mi hija y yo nos miramos. Bajamos, inmediatamente.

Uno con sombrero tejido vendía aguas de Jamaica. El chofer se acercó, se compró un vaso y siguió su camino. Nosotras ya estábamos zapatos en mano, por la arena, atraídas por el mar, sonreídas por lo obvio del mensaje.

La playa estaba vacía, era día de semana. Por allí una pareja de amantes -extraviados de sus vidas- una mujer con un par de tacones en la mano -como si acabara de renunciar a su trabajo- un vendedor de collares hecho de conchas marinas.

Durante los días de semana, la playa es el back stage de la ciudad -pensé- y me tiré en la arena, mirando pasar las nubes. ¿Qué hace esa mujer, mamá?

Era Teresa y tejía trenzas. Ella toda vernácula, como de atuendo festivo, era una flor en mitad del ocre de la arena, el centro del target, allí donde tiene que dar la flecha.

Sin dejar de tejer el pelo de una pueblana, ladeó su cara pícara, alzó las cejas como diciendo “qué hubo”, como dando por sentado que “aquí es la cosa”. (Continuará y terminará, lo prometo)

2 comentarios:

  1. sabes que me dijo la niña al oido?...ten cuidado...mira donde pisas...busca la entrada...
    por que me habra dicho tal cosa?

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  2. Ah! Quizás porque te confundiste de cuento! :)

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