jueves, 21 de junio de 2012

El club de las trencitas (Parte I)


Hay circunstancias -que tienen que ver con la naturaleza de los humanos- que toman vida propia, crecen de manera inevitable y nos inundan. Cuando se viene el amor, por ejemplo, nada lo puede evitar, igual pasa cuando se viene la muerte. Uno ve venir desde lejos la primera ola del tsunami y sabemos que lo trastocará  todo y, sin embargo, algo en esa ola nos fascina o más bien nos hipnotiza. Así me vino la muerte de un hijo.

Después de ese desastre, llegué para pasar mis penas, a tragar mis llantos, a las costas de Veracruz. Allí, en un hotel con desayuno, piscina y vista al mar,  hicimos -con mi hija de 6 años- una rutina que no lograba sacudirme el dolor, más bien parecía acentuarlo. Al tercer día, después de almorzar, le propuse entonces una aventura: “tomemos un bus a ver a dónde nos lleva”. ¿Y a dónde vamos?, me dijo. No sabemos, le contesté, de eso se trata.

En la esquina del hotel, alzamos el brazo y tomamos el primer micro que pasó. Tenía un letrero que decía “Mocambo - Boca del Río”. Avanzamos por la orilla del mar, al borde de la ciudad. ¿Y dónde nos bajamos?, preguntó mi hija. Allí donde veamos una señal. Por ejemplo, el canto de un pájaro, una canción que nos traiga el aire y que signifique algo para nosotras, una conversación que contenga el nombre de alguien a quien conocemos. De alguna manera algo nos avisará cuándo debemos bajarnos. Hay que estar atentas. Mi hija de seis años asintió, entendiendo de qué se trataba este juego.  (Continuará)

3 comentarios:

  1. Espero entusiasmada la segunda parte...estuve con las protagonistas y la niña me dijo algo al oido, as no puedo decir que fue...

    ResponderEliminar
  2. Qué lindo Pame, lleno de imagenes. Un beso grande, Eileen

    ResponderEliminar
  3. Estás aquí Eileen! Qué gusto! Deja que te traigo algo de tomar para que te acomodes.

    ResponderEliminar