jueves, 7 de junio de 2012

Mecanismo Vegetal


Flores de muchos colores, arbustos, sábilas gigantes, un limonero que hacía límite con el patio y dos árboles de moras que resguardaban la casa desde la vereda.

Un camino recto -que iba desde la puerta de la casa a la que daba a la calle- dividía ese jardín y, a cada lado, con perfecta simetría, se disponían las plantas en círculos; evidencia de las destrezas de un jardinero, de esos que gustan hacer tejidos vegetales, formas geométricas con arbustos y degradé con los colores de las alegrías del hogar.

Justo a la derecha de la puerta que daba a la calle, había una casita con “los medidores del jardín”. Un entramado de tubos culminaba en dos ventanas por donde se veían pasar lentamente números, todo gracias a un mecanismo inentendible. Pero como a los humanos nos gustan las certezas y yo tenía un hermano menor, le hice ver que cada vez que caía una mora, “se suma un número a este marcador. ¿Ves? Y cada vez que muere una flor, avanza este”. Entonces, subía el dedo índice como dando una lección.

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