jueves, 20 de marzo de 2014

De vuelta a casa
























A Guadalupe se le había hecho costumbre perderse en los laberintos de la imaginación porque hacía mucho que no había fiesta en sus labios.  Sus pensamientos reposaban en ese paisaje donde todo es posible, así como un perro se sienta a descansar sobre su cola, después de haber dado varias vueltas tras de sí.  

Ella no tenía claro si se había mantenido así por miedo o por pereza, lo cierto es que así se sentía a salvo, de todo lo malo o lo bueno que le podía pasar. Siempre era la misma, se conocía bien, se sentía segura.

Por eso sus ojos miraron el rostro de Caramelo -ese chico que regresaba de su infancia en forma de hombre- como quien trata de descubrir un plan para la fuga. Pero sintió tan dulce el instante en el que estuvieron cerca el uno del otro, que no hubo espacio siquiera para dictar términos ni normas, como a ella le hubiera gustado.

Soltarse y dejarse llevar fue como si Alicia regresara del país de las maravillas y cayera de golpe en una realidad tan sencilla como el aliento de quien siempre había añorado. Tras recorrer un camino que la hizo renovarse, después de tanto artificio y pirotecnia, era como si volviera a casa, pero totalmente distinta. 

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